fecha: martes 17 de junio de 2008
Akio Tamashiro: Cuando el éxito es una consecuencia y no una obsesión
El coliseo guarda silencio. “Akio Tamashiro, representante de Perú”, suena en el altavoz. Entonces ingresa a escena el joven karateka peruano, camina hacia el jurado mirando hacia un punto fijo y se detiene al centro del anfiteatro mientras el público observa religiosamente.
Como un gong retumba el primer grito acompañado de una patada contundente; Tamashiro gira y vuelve a encarar a su enemigo imaginario. Detiene sus golpes a doble puño y ejecuta una zancada recta que corta el viento como una espada. Se concentra en posición de defensa, de pronto gira sobre su eje con la pierna derecha haciendo veces de navaja de licuadora. El público se contiene para no interrumpir la rutina.
Esta vez Akio arremete en dirección al jurado. Patada derecha, patada izquierda, giro de 360º grados, ataque a ras del piso, se levanta acrobáticamente y corta nuevamente el aliento del coliseo con sus dedos emitiendo un rugido furioso y a la vez definitivo. Se inclina en reverencia. La gradería explota y se pone en pie para gritar ‘Perú, Perú’.
“El fin de semana no puedo”, “nos vemos a las diez en el Peruano-Japonés”, “lo siento, el martes a las ocho en el gimnasio”. Casi inubicable por estas épocas. Por fin le sobran unos minutos, y le robo algunos más. Es un martes frío, ha llovido en la madrugada y chirrean las calles aún dormidas. Entonces sale el campeón.
“Dame un minuto y me cambio”. Como todas las mañanas Akio Tamashiro prepara su espíritu y su físico arduamente. Para muchos amanecer todos los días para ir a trabajar es una cuestión de supervivencia; para Akio su trabajo es una forma de vivir. Su trabajo es su filosofía.
Vuelve a salir del gimnasio y saluda al anciano de la puerta, al guachimán de casaca militar, a los jóvenes que entrenan en el mismo edificio. Todos lo miran con respeto y él los mira con humildad. Con esa misma mirada sencilla pisó por primera vez un dojo de Karate. Apenas tenía cuatro años, era inquieto, travieso y don Jacinto, su padre, lo llevó con el sensei Héctor Lizano para que le enseñe a canalizar sus bríos.
Lo más importante que aprendió de su gran maestro no fueron los golpes elegantes y firmes, ni la danza de combate que lo han llevado a ser el Campeón del Panamericano y el número 2 del mundo. “Los valores (son lo más importante). Mi maestro me dio confianza desde la primera clase. Me dio seguridad”. Con su sensei llegó hasta cinturón negro –cuando solo tenía ocho años–, entonces Héctor Lizano se fue a radicar en Venezuela, pero no sin antes aconsejar otra vez al hiperactivo Akio, su alumno querido, en quien se veía reflejado. “El sensei dejó una muy buena base para que yo siguiera y mantuviera la línea, la filosofía que él había encaminado en mi persona”.
“Conversemos en el carro, hace mucho frío”. El campeón pasa frente a mí. Si uno lo ve por la calle no pensaría estar viendo a uno de los más grandes deportistas que ha parido el país. Tiene la talla de un peruano promedio, los ojos somnolientos, el cabello peinado hacia un lado; pero –de cerca– su andar es ligero, su voz segura y su apretón de manos muy consistente. Mira por el espejo retrovisor adornado por un rosario y se pone cómodo.
-Ayer fue su cumpleaños ¿Cómo lo pasó?
-Bien; entrenando y trabajando.
Ese es su camino, el trabajo y la constancia, hasta en las festividades. Con quince años ya era Campeón del Panamericano Juvenil y ya sabía que el katá era su especialidad. El Karate tiene dos vertientes el kumite –que es el combate cuerpo a cuerpo–, y el katá –combate imaginario, estética marcial. Cuando llegó a la selección Akio se inclinó por enfrentarse a sí mismo y superarse.
Su maestro no fue el único que le señaló el camino correcto. Su padre se encargó de formarlo en su hogar, pero coincidentemente también tuvo que partir cuando el aún tenía ocho años. La crisis que sacudió al Perú en los 80’s llegó al seno de la familia Tamashiro y don Jacinto tuvo que dejar a sus tres hijos y a su esposa y viajar a Japón para poder sacarlos adelante. “De pequeño no lo entiendes, te parece injusto; pero cuando vas creciendo empiezas a valorarlo y es una parte de mi crecimiento donde tuvo que ver mucho mi madre para que en ese momento, a falta de padre, ninguno de sus tres hijos se descarrilara”. Con orgullo cuenta que sus hermanos son exitosos ingenieros y, aunque no lo dice, él también es un profesional pues estudió Administración de Empresas y también Educación Física.
Pentacampeón Nacional Juvenil, Pentacampeón Panamericano. Uno supondría una vida con muchas restricciones, pero nunca las tuvo. Vivió como un chico normal, compartía el colegio con la selección nacional, era muy seguro de sí mismo y el líder de su grupo. “Me siento un privilegiado por los amigos que tuve, un privilegiado por la vida que tuve, un privilegiado por los resultados que fueron consecuencia de esta formación”.
Un amigo interrumpe y Akio baja el parabrisas lateral. Lo felicita por su cumpleaños y él agradece. “Si quieres te jalo por el camino”, dice el campeón; “ya, me voy a dar un baño y regreso”, le contesta su amigo. Siempre es amable y siempre quiere ayudar, aunque sea en las cosas más mínimas. Comprende que las relaciones se construyen en los detalles, como le sucedió con los consejos del sensei Lizano, con los aplausos de sus padres cuando era un niño, con el respeto de sus compañeros de la selección o con el saludo de la bandera.
-Usted tiene antepasados japoneses, es Tamashiro Noborikawa. ¿Se siente 100% peruano? - Tengo muchos años compitiendo, ganando. Soy 100% peruano.
Sin embargo no duda en destacar la importancia de sus antepasados orientales. “Definitivamente las raíces que tengo son muy importantes, porque los japoneses se caracterizan mucho por levantarse después de las caídas y ser mejores; entonces es algo que tengo arraigado de mis antepasados”. Pero sí. La peruanidad la destila por los poros y para probarlo me remito a una anécdota que le contó a Enrique Higa Sakuda en una entrevista para IPC Digital:
Recuerdo un campeonato en Estados Unidos (en el año 2002). Yo era Campeón Panamericano en ese entonces. La Federación Norteamericana me había invitado para que me enfrentara a su Campeón Nacional que iba a salir en ese momento. También habían invitado a la Federación de España de combate (...) En la inauguración no tenían el himno peruano. Al equipo español le pusieron su sinfonía; el equipo norteamericano completo, en medio del coliseo enorme frente a miles de espectadores, cantó a capella su himno. Y a mí me dieron el micrófono para que cante el himno nacional.
Cuando lo empecé a cantar, (viví) la emoción tan grande que uno siente de cantar su himno... Después empezó la competencia y le gané al norteamericano. Entonces cuando me estoy retirando a las gradas, como cinco o seis peruanos se me acercaron. Imagínate la emoción que ellos han sentido al escuchar su himno nacional cantado por un peruano representativo y que había ganado justamente en ese momento.
A defendido innumerables veces la casaca peruana y ya ha sumado más de una veintena de títulos a los largo de su carrera, aunque sus más importantes logros son el segundo lugar en el Mundial de México (2004) y el tercer lugar en el Mundial de Finlandia (2006). Pero igual se sigue despertando cada día con ánimos para prepararse, no se duerme en sus triunfos. Saber que de alguna manera ayuda a su país, siempre marcarse metas más altas y sentirse un ejemplo para los más jóvenes lo conducen a continuar cuando ya lo ha logrado casi todo.
Hace poco cumplió un sueño muy grande, el gobierno le otorgó los laureles deportivos en grado de Gran Oficial y su nombre estará grabado en las afueras del Estadio Nacional. “Presentía que mi nombre en algún momento iba a estar ahí porque siempre que pasaba por el Estadio Nacional mi mamá me decía ‘mira hijo, ahí están los mejores deportistas y sus nombres quedan inmortalizados para siempre’, entonces tenía esa idea. Desde los cinco años quería ver mi nombre en el Estadio Nacional”.
Todo lo ha alcanzado en base a su esfuerzo y el de su familia. Como la mayoría de los deportistas peruanos, nunca contó con el apoyo del Estado y tampoco de las empresas pues, como lo reconoce, el Karate no es un deporte popular; tanto así que su nombre es más conocido en el extranjero que en su patria. Pero Akio Tamashiro no reniega de ello, dice que nunca se sintió frustrado por tocar puertas que no se abrieron y que siempre ha amado el deporte. “El que se forma se forma porque quiere ser mejor”.
Sin embargo sabe que si tuviera el presupuesto que manejan sus contendientes europeos, probablemente, ya sería Campeón Mundial. También sabe que hay otras prioridades en el Perú, que la educación está primero, que la alimentación está primero y que la salud está primero. Aunque, lamentablemente, no se encuentren aún las soluciones adecuadas. “Por eso los casos de triunfos en el deporte peruano son muy aislados”.
-¿El próximo objetivo es ser Campeón Mundial en Japón 2008?
- Claro. Si se da en buena hora, si no se da pues no se da. La fe me ha llevado a conseguir cosas y la confianza en mis capacidades, el apoyo de mis amigos, de mi familia y de Dios sobre todas las cosas.
No idealiza nada. Siempre se pone metas altas pero no se obsesiona por ningún rival, ni por ninguna medalla. Hasta hoy todo ha caído por propio peso; por el trabajo. Sigue entrenando duro y también entrena a sus niños, sus alumnos que son más de 200. Es su disfrute. Ya no es el mismo chiquillo que hacía palomilladas con sus amigos, ahora tiene 29 años. Es el Campeón Peruano. Ahora transmite todo lo que aprendió con la misma dedicación con que Héctor Lizano le enseñó. “Estaría encantado si es que un alumno mío llega a ser Campeón Mundial. (El sensei Lizano fue sexto del mundo), yo he llegado a ser segundo, entonces un alumno mío tendría que superarme y pues deberá ser Campeón del Mundo. Entonces la meta también puede ser ajena, a través de un alumno. Yo estoy seguro que muchos alumnos míos pueden lograrlo. Sería una realización como persona”.
Vuelve su amigo y Akio tiene que irse para seguir entrenando. Antes de despedirnos le pido la definición de un karateca. “Disciplina, constancia y fuerza de voluntad. Karatekas hay poquísimos en el mundo, practicantes de Karate hay muchos”, me responde.
Nos damos un apretón de manos mientras me dice que su meta más grande es llegar a ser un karateka, que las medallas no le dan ese título y que aún le falta mucho camino por recorrer.
fuente: http://elperrodepablo.blogspot.com
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